El Calentamiento global es un término utilizado habitualmente en dos sentidos:
El fenómeno de un aumento del promedio de la
temperatura de la
atmósfera terrestre y de los
océanos tras el final de la
Pequeña Edad de Hielo, que se habría acentuado extraordinariamente en las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI.
Una teoría que predice, a partir de proyecciones basadas en simulaciones computacionales, un crecimiento futuro de las temperaturas a nivel global.
Algunas veces se utilizan las denominaciones
cambio climático, que designa a cualquier cambio en el clima, o
cambio climático antropogénico, donde se considera la influencia de la actividad humana. Calentamiento global y
efecto invernadero no son sinónimos.
El cuerpo de la
ONU encargado del análisis de los datos científicos relevantes -
IPCC (Inter-Governmental Panel on Climate Change o Panel Intergubernamental del Cambio Climático) - sostiene que «la mayoría de los aumentos observados en las temperaturas medias del globo desde la mitad del siglo XX son muy probablemente debidos al aumento observado en las concentraciones de [[
GEI antropogénicas».
[1] . Esto es conocido como la "teoría antropogénica" y predice que el calentamiento global continuará si lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Cualquier tipo de cambio climático además implica cambios en otras variables. La complejidad del problema y sus múltiples interacciones hacen que la única manera de evaluar estos cambios sea mediante el uso de
modelos computacionales que intentan simular la física de la atmósfera y del océano y que tienen una precisión limitada debido al desconocimiento del funcionamiento de la atmósfera.
El
Protocolo de Kyoto, acuerdo originado en la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático adoptado en la
Conferencias de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo promueve una reducción de emisiones contaminantes (principalmente CO2). El protocolo ha sido tachado en ciertas ocasiones de injusto,[
cita requerida] ya que el incremento de las emisiones tradicionalmente está asociado al desarrollo económico, con lo que las naciones a las que más afectaría el cumplimiento de este protocolo podrían ser aquellas zonas menos desarrolladas. No obstante, en el citado protocolo las naciones en desarrollo (incluidas
China o la
India) están exentas de contener sus emisiones de GEI.
Más allá del consenso científico general
[2] en torno a la aceptación del origen principalmente antropogénico del calentamiento global
[3] [4] , hay un intenso debate político sobre la realidad de la evidencia científica del mismo. Por ejemplo, algunos entre esos políticos opinan que el presunto consenso climático es una completa falacia
[5] y en enero de 2009 la minoría
republicana del
Senado de los Estados Unidos elaboró una lista con más de 700 científicos que disentían del origen antrópico de los cambios de temperatura de la Tierra;
[6] En
2009 se descubrió el pretendido escándalo del
Climagate, que alegadamente demostró que los científicos de la Unidad de Investigación del Clima de la
Universidad de East Anglia habrian manipulado los datos para que cuadraran con las teorías del calentamiento.
[7] . Sin embargo, observadores científicos independientes cuestionan esa interpretación.
Nature comenta: “Lo que los
correos electrónicos no muestran, sin embargo, es una gran conspiración para confeccionar el calentamiento global...”
[8] y New Scientist apunta que “no se ha mostrado que haya en los correos electrónicos
hackeados algo que implique una socavación de ninguna de las conclusiones científicas”.
[9] . Continuando a examinar algunas de las sugerencias de los escépticos del origen antropogénico del calentamiento global, el artículo muestra varios ejemplos de falta de ajustamiento a los hechos y rigor - por ejemplo, la presentación de artículos de opinión de periodistas como “artículos científicos revisados por pares”- y concluye: “dejamos que los lectores saquen sus propias conclusiones acerca de en quien confiar”.
Algunos de los oponentes políticos de la propuesta parecen temer que la propuestas de acción para prevenir consecuencias del fenómeno tienen una motivación política. Por ejemplo: el
Vizconde Christopher Monckton -hombre de negocios, político y periodista británico que gusta autodescribirse como “experto en el cambio climático” a pesar de carecer de alguna calificación científica- argumenta que el propósito del “tratado” (que en su opinión seria inevitablemente firmado en
Copenhague (ver
Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU 2009) es imponer un
Gobierno Mundial, impulsado por, entre otros,
Obama quien seria, en la opinión del Sr vizconde, un simpatizante
comunista.
[10] . Conviene recordar que tanto la idea del Gobierno Mundial como del comunismo son poderosas bestias negras en la ideología de ciertos sectores políticos en EEUU. (ver por ejemplo,
Nuevo Orden Mundial (conspiración)). El vizconde ha sido acusado repetidamente de manipular los datos.
[11]Existen además intereses económicos cruzados, ya que hay muchas empresas cuyos beneficios podrían mermar a consecuencia del control de emisiones de CO2, y otras que se lucran extraordinariamente de las cuantiosas subvenciones a energías renovables cuyos elevados costos las hacen incapaces de competir con las tradicionales. Así por ejemplo, el jefe del IPCC,
Rajendra Pachauri fue acusado por Monckton- en diciembre de 2009- de conflicto de intereses y uso de información privilegiada por su pasado como magnate petrolero y sus vínculos con el comercio de cuotas de emisión de contaminación.
[12] .
Al Gore ha sido cuestionado por lucrarse invirtiendo en empresas verdes auspiciadas por la política ecologista.
[13] De igual modo, el diario izquierdista británico
The Guardian y la
ONG ecologista
Greenpeace acusaron en 2007 a la petrolera
ExxonMobil de financiar informes que pusieran en duda la tesis oficial sobre el cambio climático.
[14] .